El Regidor. (San Antonio, Tex.), Vol. 4, No. 168, Ed. 1 Saturday, June 4, 1892 Page: 2 of 4
four pages : ill. ; page 24 x 17 in. Digitized from 35 mm. microfilm.View a full description of this newspaper.
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Elena, bién <|ue por distin-
to camino,' había llegado a
aislarse completamente en
medio de la sociedad que la
rodeaba. Vivia solo para
Fernando, como las hermanas
de la caridad viven consagra-
das al alivio de la hnmani
dad doliente: el | oeta forma
ba para ella toda la humani-
dad. Se liabia impuesto el
dulce deber de consolar esa
alma afligida mas por presen
timiento que por la realidad
dé los sinsabores terrestres,
y en esta empresa, que las
mujeres abrazan por sus no-
bles instintos, todos sabemos
(pie nos aventajan notable
mente. Sus desvelos por otra
parte eran recompensados |>or
la divina reciprocidad del
amor, la fínica pasión que
siendo esencialmente egoísta,
refunde sus placeres en la fe
licidad del objeto arando. Al
ver a Fernando llevar sil ado-
ración hasta goiar con cada
prenda de su vestuario, al
sentir todas las delicadezas
que los jo^venes enamorados
poseen para una cinta o una
flor de sus queridos, Elena se
sentía feliz de su elegancia y
acarició como objeto de feli
cidad las prendas de su lujo
que antes tomara como un
pasatiempo. Este amor tam-
bién la habia abierto el cam-
la alarma en loe
los con el auxilio
de la maledicencia.
jeres se dieron por escanda!i
«idas y solo loa viejos juga
ron a la inocencia, por no
abandonar la malilla y perder
las comodidades de ana casa
incomparable. J
Santiago, mas asiduo <ju« 4
de costumbre al salón de su
mujer, habia observado cou
la segunda vista del amor in-
feliz, la marcha rápida y vio-
lenta dejla pasión de Elena.
Para pintar las agonfas d *'
este sábio, juguete de mil
irrealizados propósitos, sería
preciso disecar una a una la*
fibras de su corazon, estra-
yendo las gotas de hiél que
el sentimiento tenia infiltra-
das en sus venas. Los auna-
res solitarios y sombríos como
los de Santiago, están sujetos
a espantosos vértigos |>or mi
incesante acopio de eraocioÁ
nes, las «jue les falta el de-!
sahogo moral de la corresj^Mm
delicia. Santiago, como s •
beraos. no era amado, y lo ip e
es peor, no lo habia sido ja-
más: " su memoria a este res-
pecto, era como un albura en
blanco en el que nadie ha de-
positado un sentimiento, un
afecto o una queja. Además,
su desgracia no era de las que
el corazon se complace en de-
positar en el seno de un ami-
go: llevábala escondida en el
corazon, mas amarga que un
remordimiento, y como una
falta degradante. Temer« so
de divulgar lo que todo el
mundo sospechaba, habia
jx) de nuevas y palpitantes hasta entónces reprimido los
emociones, para las cuales se
creía nacida, como ya lo lie
mus hecho notar. Su prime-
ra pasión, estando s<«Itera, lia
bia sido, la natural aspiración
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arranques de su profundó
dolor, persuadiéndose en o-
tras ocasiones que Klena, pu-
ra como ántes, sentía solo jkm*
Fernando una amistad do
del alma a lo bello y elevado, ¡simpatía que no pasaba los li-
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la consagración espontánea
de nn corazon casto en aras
de los mas nubles sentimien-
tos; todo habia sido libre, e-
levado y tranquilo. Al pre
sente ese amor, modificado
por hos años y el conocimien-
to del mundo, robado al de-
ber con la salvaguardia de su
propia fuerza, tenia el carác-
ter tímido del alma que se
replega al santuario de la vir-
tud cada vez que un nuevo
paso en la senda del delito la
despierta del sueño febi íl de
su delirio.
Entre tanto, al lado de esa
felicidad concentrada en dos
corazones, las pasiones extra-
fías se alzaban sordas y ame
nazadoras amagando turbar
su ttanquila existencia. Ele-
na y Fernando llevaban sobre
sus ojos esa venda que la mi*
tolojía ha pueeto sobre los de
an nifio omnipotente: ño vie-
ron ni el sombrío rostro del
aer sacrificado a su felicidad,
ni la afectada oaltna de lía-
nuela, ni laa manifestaciones
con que la sociedad se daba
mites de un afecto fraternal.
Esta ültima suposición, s it
embargo, débil y vacila uto
como un subt*-rfujío, creada
por su propio amor, lo aban-
donaba a la inclemente y bv r-
bara verdad de las aparie •
cías, cuando mas quería afer-
rarse a ella y disculpar las
continuas conversaciones de
los amantes. Al cabo de dos
meses de celos y de fie'-re,-
Santiago habia caído en uiut
postración moral, veoina de
la locura o del suicidio. I^as
dudks combatiéndose en srt
espíritu, lo mantenían en una
perplejidad que irritaba cons- ~í
tantemente su sistema 11 r- J
vioso. Absorto en sus crueles
incertidumbrea, habla olvi-
dado los hábitos de su vida
laboriosa o resignada para en-
tregarse a la inacción oomple
ta del deaoonauelo. A veces
miraba la decadencia rápida
de sn fortuna oomo una es-
peranza de salvación. "Sien
do pobres, se decía el infeliz,
no habrá reuniones,
ni viaitaa; ella tepdrá que
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por notificado de este nuevo vir iinioamente conmigo,,
pacto clandestino, que ellos
creían ocultar bajo el velo de
nn profuado disimulo.
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entóneos su corazon,
llano de elevación y
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Cruz, Pablo. El Regidor. (San Antonio, Tex.), Vol. 4, No. 168, Ed. 1 Saturday, June 4, 1892, newspaper, June 4, 1892; San Antonio, Texas. (https://texashistory.unt.edu/ark:/67531/metapth192963/m1/2/: accessed June 25, 2024), University of North Texas Libraries, The Portal to Texas History, https://texashistory.unt.edu.; crediting UT San Antonio Libraries Special Collections.