El Regidor. (San Antonio, Tex.), Vol. 9, No. 356, Ed. 1 Thursday, April 9, 1896 Page: 2 of 4
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'
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ANTONIO, MAS, E. D.
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Por seis meses $1.00.
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ADVERTENCIAS.
Lm persona que nos escriban pidiendo que
se les es oíble 1 dirección del periódico, nos lia
tiM favor de Indicarnos donde lo estaban reci-
biendo y el nombre de la estafeta a donde desean
fue se lea dirija. q.
Las personas que no reciban el periódico con
regularidad sírvanse dar aviso a esta oficina; de
lo contrario,no somos responsables por faltas.
Para todo asunto concerniente a este perlá-
tico, diríjanse a Pablo Cruz, calle de Matumo-
ros,«oe.
Teneis ofuscada la mente sin
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Ocurrid al Clipper Salón, y con
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achaques lo alejan del amor, no
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' Xv. * " ■ • • , ■
(cuento arabe.) o
. Profesaba-la Leona un odio im-
placable hácia el hombre que ha-
bía dado muerte á su espeso.
Pensando siempre en vengarse,
crió á su hijo en el rincón más es-
condido del bosque inspirándole
sin cesar el fuego de su vengan-
za.
El león creció y se hizo fuerte.
Cuando se consideró en disposi-
ción, separóse de su madre, no
sin prometerla antes, que no des-
cansaría un momento hasta con-
seguir dar de beber á la tierra la
sangre de su enemigo.
Marchó y viajó por espacio de
largos días buscando insonante-
mente el objeto de su odio y de
su cólera.
Una mañana distinguió en el
desierto un enorme animal. Su
cuello de cisne ondulaba guarne-
cido de grandes mechones de pelo.
Dos gibas belludas cubrían su
1< m i- El león, que con tanta fre-
cuencia había oído hablar á su
madre de la fuerza y aspecto ter-
rible del hombre, creyó encon-
trarse delaute de su enemigo.
Avanzó con aire resuelto y ex-
clamó dando un rugido:
—Tu debes ser el hombre ¿no
es cierto?
El camello volvio la cabeza y
con tono melancólico contestó:
—El hombre, Side.es bien dife-
rente á mí.
—Tú me encuentras fuerte y lo
soy sin duda.
—Nadie como yo soporta el
hambre y la sed; cuando mi pié
pisa la arena abrasadora del de-
cierto, pocos son capaces de se-
guirme.
Pues bien, soy el esclavo del
hombre,ante él me arrodillo.pone
á contribución todas mis faculta-
des, y como única recompensa
apenas si me permiten comer.
No Side. yo no soy el hombre.
El león descorazonado se alejó.
Más lejos vio tumbado sobre la
pradera un animal extrafio. Dos
cuernos largos y acerados salían
de su frente. Al ver aproximarse
al león, levantóse fieramente y
esperó hiriendo con furia el sue-
lo.
— Este es el hombre— pensó
desde luego el león, pero ¡tara
mayor seguridad, dirigió la mis-
ma pregunta.
— ¿Yo el hombre?— contestó
aquel. Tu error es grande. Yo no
soy más que un instrumento de
ese dueño del mundo. Sobre mi
frente hace pasar un yugo, y aún
me pone un compañero no consi-
derándome bastante fuerte.
Después de mi muerte come mi
carne y hace de mi piel sandalias
con qué protejer sus débiles piés.
El león abandonó la pradera y
continuó sus exploraciones.
De repente oyó extremecerse
el suelo en la llanura y vió avan-
zar rápidamente como un relám-
pago un animal de soberbia ele-
gancia y fiereza, una larga crin,
pendía de 9u cuello, agitada gra-
ciosamente por el viento.
—¿Eres tú el hombre? rugió el
león.
El caballo se detuvo; las fosas
humeantes y con aire triste.
—Ah! respondió—No soy más
que un esclavo.
—¿Tú? ¿Con tu aspecto de fie-
teza?
—¡81! ¡cuando estoy solo!—Pero
en presencia del hombre, Side, mi
fieresa desaparece. En mi boca,
para guiarme, pone una barra de
hierro. Salte sobre mi lomo y
presto á su lentitud la ligeresa de
H <*k ■
mis piés. El hombre, Side, es
grande y poderoso. A su lado yo
nada soy.
El león desalentado se retiró á
una selva.
De pronto escuchó ruidos regu-
lares que parecían darse contra
un árbol. Se acercó cautelosamen-
te. Un ser pequefiito y débil, y
humilde en apariencia, esgrimía
una lámina acerada sujeta á un
mango de madera y trataba de
cortar una encina.
El león le preguntó si conocía
al hombre.
—¿Buscas al hombre? pregun
tó el desconocido. ¿Para qué?
¿Qué tratas de hacer?
—Ha dado muerte á mi padre y
quiero vengarme.
—¡Alah bendice á los buenos
hijos y este deseo te honra!
Animado por este recibimiento
benévolo, el león le refirió su his-
toria y preguntó á su compaflero
si en algo podía servirle.
—¡Oh! si—contestó aquel—Tu
eres fuerte—y o en cambio débil.—
Ayúdame á derribar este árbol.
—Con muy buena voluntad,res-
pondió el león deseoso de desple-
gar su fuerza.
E introdujo sus patas delante-
ras en la hendidura ya formada.
De repente un golpe de hacha
hizo saltar aquellas, cortadas por
com pleto.
Ante esta inesperada agresión,
el rey del desierto lanzó un ru-
gido de dolor y volvió la cabeza
para implorar socorro.
— ¿Y bien, señor león, le dijo
el hombre, sabéis ahora quien es
el hijo de la mujer?
Y un segundo golpe partió la
cabeza del león, ante quien todo
tiembla en el desierto.
Lamayade.
RIMAS
Cerraron sus ojos
Que aún tenía abiertos.
Taparon su cara
Con un blanco lienzo;
Y unos sollozando.
Otros en silencio.
De la triste alcoba
Todos se salieron.
La luz,que en un vaso.
Ardía en el suelo.
Al muro arrojaba
La sombra del lecho;
Y entre aquella sombra
Veíase á intérvalos,
Dibujárse rígida
La forma del cuerpo.
Despertaba el día.
Y á su albor primero,
Con sus mil rtiidos
Despertaba el pueblo.
Ante aquel contraste
De vida y misterios,
De lus y tinieblas,
Meditó un momento:
7Dio# mió, qué solos
Se quedan los muertos!"
De la casa en hombros
Lleváronla al templo,
Y en una capilla
Dejaron el féretro.
Allí rodearon
Sus pálidos restos
De amarillas velas
Y de panos negros.
Al dar de las ánimas
El toque postrero,
Acabó una vieja
Sus últimos rezos;
Cruzó la ancha nave.
Las puertas gimieron,
Y el santo recinto
Quedóse desierto.
De un reloj se oía
Compasado el péndulo,
Y de algunos cirios
El chisporroteo.
Tan medroso y triste.
Tan oscuro y yerto
Todo se encontraba
Que pensé un momento:
"¡Dio* mío, qné «oíos
8c quedan lo muertosr
De la alte campana
La lengua de hierro,
Le dió volteando,
Su adiós lastimero.
El luto en las ropas
Amigos y deudos
Cruzaron en fila.
Formando el cortejo.
Del último asilo,
Oscuro y estrecho,
Abrió la piqueta
El nicho á un extremo.
Allí la acostaron,
Tapiáronle luego,
Y con un saludo
Despidióse el duelo.
La piqueta al hombro.
El sepulturero
Cantando entre dientes
Se perdió á lo lejos.
La noche se entraba,
Keinaba el silencio;
Perdido en las sombras,
"/Dios mío, qué solos
Se quedan los muertos!''''
jJCn las largas noches
Del helado invierno,
Cuando las maderas
Crujir hace el viento
Y azota los vidrios
El fuerte aguacero.
De la pobre nina
A solas me acuerdo.
Allí cae la lluvia
Con un son eterno;
Allí la combate
El soplo del cierzo.
Del húmedo muro
Tendida en el hueco,
Acaso de frío
Se hielan los huesos!
¿Vuelve el polvo al jh>1vo?
¿Vuela el alma al cielo?
¿Todo es vil materia.
Podredumbre y cieno?
No sé; pero hay algo
Qwe explicar no puedo.
Que al par nos confunde
Repugnancia y duelo,
Al dejar tan tristes,
Tan solos los muertos!
Gustavo A. BEcgrEU.
EL CURIOSO.
Los que escuchan á las puertas
oyen muchas veces lo que no qui-
sieran oír.
Robar el secreto á cualquiera,
es muchas veces j>oorque robarle
el bolsillo.
Nadie debe creer en la discre-
ción de un curioso.
De la curiosidad nacen la ma-
ledicencia y la calumnia.
El hombre que no sabe resistir
su curiosidad, no sabrá vencer
ninguna de sus pasiones viciosas.
Una indiscreción puede hacer
tanto mal como una estocada.
Un mozo de poco caudal se pa-
seaba un día de horroroso frío
sin más abrigo que una levitilla
de alpaca y un pantalón de hilo.
Viole un caballero que tiritaba
debajo de gabán, sobretodo y
capa, gorro debajo del sombrero
y tapabocas de lana, y le pregun-
tó:
—Pero, hombre¿ cómo diantre
lo hace vd. con tanto frío y tan
poca ropa?
—¿Cómo lo he de hacer? dijo
el pobre, ¡helándome!
• •
Murió un posadero, y entre sus
bienes dejó á su hijo un cuaderno
de recetas de comidas: entre ellas
figuraba una que principiaba así:
"Para hacer un buen guisado
de liebre, lo primero que harás
será coger un gato. etc.**
PENSAMIENTO.
El amor á la patria es un afec-
to natural; el patriotismo es una
lu tiai ...l
virtud.
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Cruz, Pablo. El Regidor. (San Antonio, Tex.), Vol. 9, No. 356, Ed. 1 Thursday, April 9, 1896, newspaper, April 9, 1896; San Antonio, Texas. (https://texashistory.unt.edu/ark:/67531/metapth193071/m1/2/: accessed June 19, 2024), University of North Texas Libraries, The Portal to Texas History, https://texashistory.unt.edu.; crediting UT San Antonio Libraries Special Collections.